Amaneció, Ángela se despierta en su habitación, abre las cortinas para que entre la luz. Ve por la ventana que el día está radiante, el cielo despejado y el sol resplandeciente. Hoy, está más feliz que de costumbre, su entusiasmo es evidente, hoy llega su nieta de Londres, ha estado esperando ansiosa que esta fecha llegara, ya han pasado 2 años, eso hacía que no la ve. Baja las escaleras, su marido ya se ha ido, siente el olor a café recién hecho, y le pide a Luz que le sirva uno, a esa hora del día sirve recargar energía, aunque hoy las tiene ¡todas! De repente, suena el teléfono y al otro lado de la bocina se encuentra Yelena quien con voz angustiada le dice:
––Señora Ángela, veo a su tío mal, está tembloroso, tiene dificultad para coordinar, no tiene equilibrio, su semblante está pálido, y no sé qué hacer.
Ángela se angustia, ella se encuentra en Medellín y su tío, a quien ama como un padre se encuentra en Cartagena.
–– Yelena busque quien le ayude para trasladarlo al hospital Naval, él es jubilado de la armada y allí, lo reciben inmediatamente, pero antes pásemelo al teléfono por favor.
––Hola Alberto cómo estás?
––Bien, yo estoy bien, desayunando.
––¿Sabes quién soy?.
––Claro, ¡como no voy a saberlo!
–– ¿Quien soy entonces?
––Yo estoy muy bien, estoy desayunando.
Angela se dio cuenta que algo más grave sucede, tiene los síntomas de un derrame, ella los conoce perfectamente, por eso, colgó el teléfono e inmediatamente se puso a localizar una ambulancia, pero, aunque Cartagena es una Ciudad pequeña, no encuentra ninguna. Se desespera, estas cosas cuando ocurren hay que correrles, si se llega al hospital durante los primeros 60 minutos, es posible salvar la vida, ya una vez le pasó con su madre, cuando le dio un infarto, por más que corrió y trató de reaccionar a tiempo, no alcanzó a llegar al hospital y murió mientras la trasladaban. Esto la dejó en un estado de depresión profunda durante mucho tiempo, del que casi no sale. Por eso, pensar en esto la atormentaba en este momento. Sentía estar viviendo la misma historia, con el agravante de que estaba lejos y se hacía más difícil controlar la situación. Llamó a un amigo para que fuera hasta donde estaba su tío, lo recogiera y le ayudara a Yelena a llevarlo hasta la clínica.
Menos mal que ésta queda cerca, y no hay que atravesar la ciudad que por esta época se hace imposible.
El tiempo corría y Angela no tenía noticias, los minutos se hacían eternos y la angustia se apoderaba de ella, recordó que María del Mar arribaría en unos minutos y que tenía que recogerla en el Aeropuerto.
Llamó a Alejandro su esposo, le contó lo que sucedía, y le dijo que pasara por ella, en ese estado no podía conducir. Alejandro de inmediato salió a recogerla para ir juntos a recibir la niña al aeropuerto. Ángela estaba muy nerviosa, no musitaba palabra, decidió volver a llamar a Cartagena, esta vez habló directamente al Hospital Naval, ya Alberto se encontraba allí, le pasaron al médico que era de total confianza para su familia.
––Hola Dr Garnica, cuénteme que es lo que le pasa a mi tío.
––Ángela, el ha llegado al Hospital con el azúcar en 600, por eso pensamos inicialmente que era un coma diabético, pero después de hacerle un chequeo más completo, hemos detectado un sangrado en el cerebro bastante agresivo, que hace que tengamos que operar ya, pero por ser tú, el único familiar de sangre, debes darnos la autorización por escrito para poder intervenirlo.
––Dr, yo no puedo viajar ahora, me es imposible, por eso le pido que me acepte que vía mail le envíe mi autorización autenticada, mientras hago todos los arreglos para trasladarme a Cartagena. ¡Por Dios! que angustia, usted sabe cuánto amo a mi tío, y en este momento me dirijo al aeropuerto, voy a recoger a mi nieta María del Mar que llega de Londres, viene de vacaciones a quedarse con nosotros, no la puedo dejar sola, esta muy pequeña. Sin embargo, déjeme ver que hago, para arreglar todo y poder viajar.
Ángela rompió en llanto, ese día había amanecido feliz, y ahora estaba a punto de perder a su tío.
––Cálmate Ángela, todavía no sabemos qué tan grave puede ser, si sobrevivirá o no, hay que esperar, seguro que los médicos harán todo cuanto puedan, está en las mejores manos, y Alberto ha sido un hombre muy sano y fuerte.
––Sí, pero está solo, sin mí, y yo no puedo dejar la niña sola.
Llegaron al Aeropuerto y ya la auxiliar de vuelo ya los estaba esperando para entregarles la niña. La felicidad de los abuelos se les reflejaba en el rostro, además, tenían que ser fuertes pues no podían exteriorizar lo que sentían, sobre todo Ángela, ya que la pequeña saltaba al ver a sus abuelos a los que amaba con toda el alma.
––Ven acá mi pequeña, ven te doy un abrazo, que grande estás, eres ya toda una señorita. ¿Que tal el vuelo?
––! Fantástico abuela¡ las nubes eran como algodón, y me dieron muchas cosas en el avión, me gane un diploma a las alturas. Se lo mostraré a mis amiguitas y a mi mamá para que me dé un regalo por haberme ganado este diploma.
––Por supuesto mi muñeca, estamos felices de verte de tenerte de nuevo con nosotros. ya sabes que Yaya…
––Me ama
––Los abuelos se ríen, así es mi amor, te adoramos.
No había terminado de recibir la niña, de abrazarla, de llenarse de dicha por ese momento que tanto había deseado, cuando de nuevo sonó el celular, era el Dr Garnica
––Dr que pasa?
––Ángela, necesitamos la autorización de prisa. Mándamela, así sea sin autenticar están corriendo segundos valiosos. No hay tiempo que esperar.
Ángela y su esposo buscaron allá mismo en el aeropuerto un sitio donde redactaron la carta autorizando la intervención de Alberto y la enviaron.
Cogieron el carro, con María del Mar quien no lograba entender tanta carrera, pero ella también estaba feliz de estar con sus abuelos.
Ángela tomó el celular y llamo a su hija para contarle que la niña había llegado bien¡, que ya estaba con ellos, pero que por otro lado Alberto agonizaba en Cartagena.
El tiempo pasaba y no tenía noticias de los resultados de la operación. Ángela se impacientaba.
Dr garnica, como salió todo. Deme buenas noticias ¡por favor!
––Ángela, todo salió bien, pero la hemorragia fue muy severa y por la edad y las complicaciones que tiene, cualquier cosa puede suceder, habrá que esperar 48 horas para ver la evolución, después de ese tiempo sabremos cual es la real situación.
––Qué bueno Doctor ¡Dios lo bendiga!
Pasadas las 48 horas Ángela llamó a la clínica:
La enfermera le respondió.
––El padre Alberto, superó la operación ya pasaron las 48 horas y todo ha salido bien, Ángela se sentía feliz, creía que todo había llegado por fin a la normalidad y que ahora sí disfrutaría por completo la visita de su nieta.
2 días después, Ángela estaba más descansada y feliz v de ver que su tío se recuperaba de la operación. Sonó nuevamente su celular.
––Ángela como estas. Soy el Dr. Garnica nuevamente.
––Dr., ¿se ha presentado algo?
––Angela, hay una nueva novedad, hemos descubierto en su tío un Hongo que no hemos podido identificar todavía.
––¿Un Hongo? Como así Dr, no entiendo.
––Angela donde vivió su tío los últimos meses.
––En el Apartamento de él, después de que lo jubilaron de Sacerdote se radicó allí por que dejó la Parroquia, pero antes estuvo en Parroquias súper buenas la última fue en Boca grande, allí estuvo los 3 últimos años.
––Es que es muy raro, es un hongo, que no podemos saber su procedencia, aún no tenemos ni siquiera el antibiótico para contrarrestarlo, es un hongo bastante agresivo, solo podría encubarse en lugares de Hacinamiento.
––No, pero no puede ser Dr, él ha estado viviendo bien, tiene una señora que se encarga de su cuidado. Angela comenzó a mover cielo y tierra, para saber que podía ser lo que tenía Alberto.
Llamó a diferentes personas, amigos cercanos, al mismo monseñor y nadie le daba una respuesta que la satisficiera. En una de tantas averiguaciones un sobrino suyo le contó que desde hacía varios meses lo frecuentaba una señora llamada Amalia quien decía ser feligrés de su parroquia y ahora benefactora de él, ella, aprovechando su estado de vejez cada mes le sacaba de su cuenta la pensión que le consignaba la Armada, se quedaba con la plata, y a él, solo le daba unos cuantos pesos.
––Pero ¡por Dios! como no habían dicho eso antes. A mÍ, si me ha contado acerca de Amalia, una señora que según él, era una benefactora de la parroquia muy amiga suya en quien confiaba plenamente.
––Había que localizar como fuera a la tal Amalia
De nuevo suena el teléfono y es el Dr. Garnica.
––Ángela tenemos que conseguir un antibiótico que no se consigue en Colombia, Hay que encargarlo, cuanto antes o de nuevo se afectará el cerebro. Es cuestión de segundos o no sobrevivirá.
Haga lo que tiene que hacer Dr, yo voy a comprar tiquete para esta misma semana.
Ángela organizo todas sus cosas, sabía que la situación no daba espera, compró tiquete para ella y su esposo y dejó a María del Mar con sus abuelos paternos, de todas maneras, su hija y el esposo vendrían en pocos días para radicarse definitivamente en Colombia.
El avión aterrizó en Cartagena esa ciudad que amaba con el alma, pero no era la misma, se sentía en el ambiente la tristeza, caía un torrencial de agua, era como si el cielo llorara a cántaros. Ángela llegó hasta el Hospital, allí la esperaba monseñor y mucha gente que
se aglomeraba a esperar que el padre Alberto se recuperaba ya que seguía en cuidados intensivos. Él era un personaje muy querido en Cartagena, tan pronto llegó el Dr. Garnica la dejó pasar, pero antes le dijo:
––Lo que tiene Alberto es la consecuencia de una sustancia que le estuvieron suministrando en el último año, no hemos detectado exactamente que es, pero poco a poco fue dañándole el cerebro, Alberto ya no era dueño de sus actos, no tenía voluntad, y ahora aparte del accidente cardiovascular está el hongo producido por esa misma sustancia.
Era doloroso verlo en ese estado en el que se encontraba, un hombre que había sido un roble toda la vida y al que nunca se le oyó quejar de nada. Ángela salió consternada, y se dispuso a averiguar quién era la tal Amalia porque, para ella, era la única culpable del estado de Alberto
Las horas pasaban, pero Alberto no reaccionaba, Ángela tenía tantas preguntas sin respuesta y ya no había nada que hacer, solo esperar y rogar a Dios que un milagro les devolviera a Alberto.