Ella se sentía sola y una lágrima rodaba por su mejilla.
Él quería alcanzarla pero no podía,
necesitaba una escalera muy alta porque ella estaba allá arriba
prisionera de su mundo, sombría y triste. Quería vivir.
Ella despertó un día y decidida se hecho a correr.
Él luchó contra todo, llegó donde ella y le enseño a vivir.
Ella decidió volar, dejar su castillo, llenarse de magia y se dejó seducir
por esa sonrisa, por esa mirada, por esa alma blanca
que se convertía en su segunda piel.
Ella, llena de vida con color en sus mejillas se montó en el carrusel.
Él, con sus abrazos y besos de mil sabores la lleno de aventura,
le acarició el alma le devolvió la vida, la hizo mujer.
Ella no pudo, no quiso quedarse, emprendió el vuelo,
se lleno de miedo y se fue otra vez.
Él, todavía la espera, la lleva en su vida.
Ella sabe que ya es tarde, no puede volver.
Él se perdió en su mundo, en ese silencio mudo…
Ella se olvidó de todo, lo borró para siempre,
decidió ponerle a su mundo todo ese color que antes no solía tener.
Ahora ella habita en otro cuento, en otro palacio,
adora a su príncipe y allá muy dentro de su alma le da gracias a él,
porque con su dulzura le devolvió la vida, le enseñó a amar y a dejarse querer.