Era un día soleado de abril, se sentía correr la brisa por todo el pueblo de puerto escondido, una población pequeña de un puerto mexicano que poco a poco se fue extendiendo debido a que grandes inversionistas fueron llegando para establecerse allí.
Alejandra Valverde, regresaba a la ciudad que la vio nacer y que había dejado junto con sus padres hacía 25 años.
Alejandra de niña solía correr por las playas junto a su amiguito del alma José Vallarta. ¡De chicos eran inseparables! La sombra el uno del otro, pasaban largas horas en el mar, cogiendo caracoles, saltando entre las olas, subiéndose a los árboles para derrumbar uno que otro coco, y desde allí, le tiraban matorrales a cuanto transeúnte pasaba, para reírse después a carcajadas de cuanta maldad se les ocurría.
Alejandra se había ido de la Ciudad a los 7 años y nunca se volvió a ver con su amigo de infancia quien marcó su vida para siempre.
¡Sonó el despertador!
–– qué hora es? Se preguntó Alejandra bastante inquieta.
Estaba muy ansiosa, sabía que había llegado el gran día. Hoy, ¡por fin! se uniría al amor de su vida, había esperado muchos años, para que este día llegara.
El pueblo había cambiado mucho, se sentía más brisa, pero también el calor era insoportable, sin embargo, a ella solo le importaba el amor que sentía por José Vallarta. Su madre entró en la habitación exaltada, quería darle un último consejo, creía que era lo menos que podía hacer, tratar de impedir esa boda loca que no tenía ni pies ni cabeza.
––Alejandra, hija, aún estás a tiempo, ese matrimonio no tiene futuro, está cimentado con mentiras, todavía te puedes arrepentir e impedir esta locura.
––No mamá, no me voy a echar para atrás, después que he esperado tanto tiempo. Hoy, me casaré con José Vallarta, por él, soy lo que soy, por él, he estado esperando toda mi vida, tú sabes que lo amo, que lo he amado siempre.
––Hija, si tu padre llega a saber, nos mata a las dos.
––¡Hay mamá! ¿por qué se va enterar?, papá se fue de la casa, no resistió la realidad que le mostraba la vida y desde ese momento no volvimos a saber de él, han pasado más de 15 años. ¿cómo crees entonces que se enteraría?
––Por eso Alejandra. Fue un error volver. No te debí de haber secundado en semejante locura. He aceptado todas tus cosas, he sido tu confidente, no he escatimado en nada para que tu alcances la felicidad, tu lugar en este mundo, pero creo que has llegado demasiado lejos. Tienes que afrontar tu realidad, ser capaz de hablar de cómo te sientes, dar ejemplo de tu vida para que los demás puedan comprender tus sentimientos, pero no hacerlo de esta manera, llevas tan solo saliendo con José 6 meses, él, no sabe nada acerca de ti.
––Sabe lo que tiene que saber y ya, José y yo nos amamos, cuando regresé, Él no se acordaba de mí, pero de inmediato surgió una conexión extraña entre nosotros, a partir de allí, supe que jamás me separaría de él nuevamente.
––¡Por Dios Alejandra! Recapacita aún estás a tiempo.
––por eso he regresado mamá, para este momento me he estado preparando durante tanto tiempo, yo lo he amado desde que era niña, cuando me fui de aquí, ya lo quería aún
siendo una niña, de eso hace ya 25 años, y estos últimos 6 meses tú sabes que han sido los más felices de mi vida.
––Sí, pero no podrás darle hijos jamás.
––Podemos adoptarlos, de hecho, estoy deseosa de ser madre, es lo único que me falta para conseguir mi felicidad absoluta.
––Mira mamá, la decisión ya está tomada y me casaré hoy, punto final a esta discusión.
Comenzó a sonar la marcha nupcial, allá la esperaba José con su madre del brazo.
Alejandra estaba hermosa, lucía un vestido blanco, sencillo, con un pronunciado escote que dejaba ver sus pechos bien marcados, sin duda, era una mujer muy bella, su pelo largo ondulado, negro azabache se movía al compás de la marcha nupcial, su sonrisa, dejaba ver sus dientes blancos, y sus ojos, parecían 2 chispas que iluminaban todo el recinto. ¡Ella estaba feliz!
José cuando la vio entrar a la iglesia, se sintió orgulloso, sin duda la amaba y era la mejor decisión que había tomado en su vida. ¡Ahora unirían sus vidas ante Dios y ante los hombres para toda la eternidad! Ella venía del brazo de su madre, la marcha sonaba y ella creía que se hacía interminable, un escalofrío le recorría el cuerpo, faltaba poco para ser la esposa del hombre que siempre había amado.
De pronto, en la mitad de la Iglesia, se le paró su padre y la tomó del brazo.
––¿Creíste que me iba a perder el principal día en la vida de mi hija?
Alejandra se puso pálida, hacía más de 20 años no lo veía, no sabían de él, pues había huido, cuando Alejandra decidió contar su verdad. Aníbal, no lo soportó y decidió irse a construir una nueva vida. Él era un hombre alto, buen mozo, elegante, impactaba cada que llegaba a cualquier sitio, de tradiciones muy marcadas, amaba a su familia y se sentía orgulloso de ella, estaba seguro que sus hijos seguirían sus pasos y que en sus manos podía dejar su Empresa y su dinero. Pero aquel fatídico día se fue, y nunca volvieron a saber de él, solo hasta hora reaparecía.
––¿Que estás haciendo aquí?
––Vine a impedir que cometas el peor error de tu vida
––No me hagas esto, ¡vete por favor! Su madre quedó muda.
––Quien te aviso, ¿como supiste que hoy me casaba? ¿Fuiste tú mamá?
––Si hija, yo le conté a Aníbal lo que estaba a punto de suceder. Entiéndeme, tenía que hacerlo.
Alejandra no sabía que desde la distancia su padre siempre la seguía, nunca dejó de ver por ellas, siempre les mandaba el dinero que necesitaban para que no les faltara nada, por eso su madre, Amelia, no aguantó y prefirió contarle la noticia del matrimonio de su hija. Era el momento de afrontarlo todo, así como un día decidieron contar al mundo su verdad, así mismo José, tenía que saber la verdad. Por eso, Aníbal estaba allí.
La ceremonia comenzó con muy pocos invitados, pues siempre quisieron que fuera algo sencillo, familiar, acogedor. Alejandra no tenía familia ni amigos pues estaba recién llegada a la ciudad. Pero ella temblaba, estaba a punto de desmayarse hasta que ella misma interrumpió la ceremonia y decidió hablar.
–– ¡José Vallarta no me puedo casar contigo! porque no he sido sincera. No te he dicho toda la verdad.
José se puso pálido.
–– ¿Alejandra que esto? ¿Acaso una broma de mal gusto?
–– José, tú debes saber que soy, Alejandro, tu amigo de infancia, por eso pusieron en duda la autenticidad de mis documentos, cuando los presentamos para casarnos, pero tú no sospechaste nada y aun así seguimos con lo del matrimonio.
––¿Que estás diciendo?
–– La realidad, es que yo he nacido hombre y me he sometido a una cirugía para cambiarme el sexo, me convertí en mujer para poder ser tu esposa, porque tú, eres el hombre que siempre he amado. ¡Pero después de todo lo que he hecho, de todo el tiempo que llevo logrando ser la mujer que tú mereces, la mujer que soy, porque yo soy una mujer! Que siempre vivió atrapada en el cuerpo de un hombre. Hoy, han arruinado mi vida.
José miraba incrédulo semejante escena, creía que alucinaba, no podía ser cierto lo que estaba escuchando.
––¡Por Dios, que has hecho! ¿cómo pudiste? he estado besando y acostándome con un hombre todos estos meses? ¡has arruinado mi vida! ¡Eres un ser abominable!
Alejandra salió corriendo, sentía que ahora sí, su vida estaba arruinada.
José fue recluido en un sanatorio, Alejandra lo visitaba todos los días, se había convertido en su mejor amiga, compañera inseparable. Ella pagaba todos los gastos, porque la familia de José lo había prácticamente abandonado, se sentían avergonzados ante lo que había sucedido.
A los dos años, Alejandra se lo llevó del sanatorio y comenzaron una nueva vida lejos de todos, donde nadie sabía de su pasado. La ciencia avanzó y Alejandra pudo finalmente quedar embarazada. Hoy viven felices con sus gemelas.