Aquí les dejo unos fragmentos del texto de Cristian Cambronero, viajero y periodista incansable: Carta a mi mismo cuando tenía 20 años
Invierte en viajar, que es invertir en vivir. En los próximos años, te van a distraer ideas, sentimientos y personas. Aférrate al plan, que yo sé lo que te digo. Invierte en viajar, que es invertir en vivir. Usa lo que te ganes para alejarte de vez en cuando, que no puede haber perspectiva sin distancia. Vete y vuelve, y vuélvete a ir. Créeme que nada te va a dar momentos de mayor felicidad.
Viaja joven, las circunstancias no harán más que complicarse luego. Viaja lejos y viaja cerca. Viaja con tu gente más querida, viaja solo; viaja soltero.
Camina, camina, camina. Gástate los pies recorriendo calles nuevas. Piérdete sin miedo. Habla con desconocidos, escucha todas las historias, haz todas las preguntas. Come solo, come en pelota, come sin prisa, come de camino. Come allá lo que nunca vas a comer acá. Lo caro y lo barato, lo verde y lo rojo, lo duro y lo espeso.
Viaja con humildad, que es lo que garantiza la capacidad de asombro. Asómbrate de lo épico y de lo simple, de lo extraordinario y de lo mundano. Asómbrate de los olores, de los colores, de la naturaleza y de lo que la gente hace con la naturaleza. Asómbrate del arte, del caos, del futuro y del pasado, de lo exquisito y lo repugnante. Aprende sin soberbia y déjate arrollar una y otra vez por el asombro, que es lo que hidrata al alma y el cerebro. Que “viajar es fatal para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente”, escribió Twain en sus crónicas. “Nadie adquiere una visión amplia, saludable y generosa si se queda en una esquina de la Tierra toda su vida”,