Etapas de la vida

De pequeños soñamos con ser grandes, imaginamos como será nuestra vida cuando tengamos 15, 20 y hasta 30 años. El tiempo pasa y con el la vida. El pasado fue, quedó atrás y hay que saber dejar partir el barco, abandonar el puerto y quemar las velas.

La «segunda juventud» es una etapa maravillosa. Hasta los 4o años, los efectos del paso del tiempo apenas comienzan a hacerse perceptibles. Son necesarios logros, conquistas, adquisiciones pero al final de este ciclo cuando empieza a bajar nuestra «montaña biológica» aparecen los conflictos entre el espíritu, el alma y la personalidad. Aquí es donde se conoce los valientes y los cobardes. El desafío de la vida se plantea y replantea.

Cuando se llega a los 50 años, un sentimiento se apodera de nosotros y es ahí, cuando nos da el apuro de plasmar cosas, fortalecer vínculos y dejar huella, queriendo permanecer vigentes en la vida de otros y quedar para siempre en la posteridad. Es este el momento donde el cuerpo comienza a pasar factura, y se empiezan a presentar las características propias de la perdida de juventud. Esto no siempre es aceptado por el ser humano y ello hace que esta edad sea especialmente peligrosa para el equilibrio fisiológico y mental. Por eso, es necesario llegar con el espíritu joven y el alma niña para devorar la vida, vivir a plenitud, con entusiasmo, llenos de vitalidad y ¡ganas!

Hacia los 60 años: se inicia una doble fuga psicológica hacia atrás y hacia adelante. Se recuerdan los «buenos tiempos» los buenos recuerdos, nos llenamos de añoranzas y se proyecta con fuerza para el futuro. El presente se evidencia efímero y débil. Las posiciones se radicalizan y maduran. Si se ha tomado el camino espiritual, se entra en un período muy fructífero y si no, en un simulacro de nuevas creaciones… Que son las mismas de antes, pero mucho más definidas, sólidas… Y estáticas.

Hacia los 70 años: el «ocaso» de la vida se hace evidente y todos, de una manera u otra tratan de dejar «cosas hechas» que le otorguen seguridad a los suyos y una vejez digna a nivel personal. El cuerpo entra en deterioro si no se ha sabido vivir en armonía con el espíritu, si no se ha mantenido una alimentación sana y una actividad física que permita que el cuerpo no se oxide, aquí se  pone a prueba la templanza.

Hacia los 80 años La idea de la muerte, en sus diversas acepciones, se hace constante. Para algunos, ésta es un último incentivo y para otros, el miedo y el temor de tener que partir, dejar esta vida y desprendernos de quienes tanto se ha amado, lo que puede provocar un enfrentamiento consigo mismo y con el entorno físico, psíquico, mental o espiritual.

Si se sobrepasa esta edad, todo pronóstico se hace aventurado, pues los ancianos pueden convertirse en rocas sólidas de maravillosos ejemplos… O en empecinados enemigos de todos y de todo, como también en seres dulces llenos de experiencias y de historias con las que alimentan a sus nietos y a los seres que les rodean.

 

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