Beyond Digital Thinking

Nunca traspasó la puerta que se la llevaría para siempre. Sofía, seguía en el mundo de los vivos, a pesar de que pertenecía al de los muertos. Ella tenía que cerciorarse de como llevaba Asdrúbal la vida sin ella, ahora que el destino se empeñaba en separarlos para siempre. ¡Pero no había cambiado!, Asdrúbal seguía igual, o tal vez, peor. A ese, ya nada ni nadie lo cambiaba. Genio y figura hasta la sepultura, como decían por ahí, pero ella lo amaba, había entre ellos un lazo indisoluble que ni la misma muerte acabaría.

Asdrúbal comenzó a sentir que unos ojos incesantes lo miraban, sentía a toda hora que alguien más, estaba a su lado. Un olor muy fuerte a lirio se esparcía en el ambiente, era como si Sofía estuviera ahí, cerca de él, y la carne se le ponía de gallina.

–– ¡Dios mío, por qué siento como si me estuvieran vigilando todo el tiempo!, ¿Estaré enloqueciendo? ¡Qué cosa tan absurda! Todo tiene que ser producto de mi imaginación.

Después de la muerte de su mujer, comenzó a percibir ese olor, pero ahora no solo se hacía más intenso, sino, que también sentía la presencia de alguien, esto lograba perturbarlo hasta tal punto, que comenzaba a sudar por todo el cuerpo, muchas veces, con episodios de escalofríos intensos.

Asdrúbal, era un hombre cuarentón pero muy bien plantado, vestía como todo un Lord con camisa blanca, chaqueta y pantalones azules oscuros, casi negros. Zapatos bien lustrados y derecho como si se hubiera tragado una varilla; había quedado viudo hacía un poco más de seis meses, y a pesar de que la desaparición tan temprana de su esposa lo dejó turbado, había logrado sobreponerse a tal adversidad, manteniendo el mismo gusto por el trago y las mujeres que siempre lo había caracterizado, y dedicándose ahora sí, con todos los lujos, a ser el Don juan que era, aventurero, apasionado como ninguno y dispuesto a desafiar todo lo que se le ponía en el camino. Se sentía en la flor de la vida, alto, buen mozo con un destino asegurado, no tenía ni una sola cana y con esa estatura de más de 1,80 se sentía todo un galán dispuesto a devorarse el mundo.

Sofía, había muerto hacía hacía ya 6 meses, un accidente absurdo la había separado de él y aunque el tiempo que estuvieron casados había sido todo un calvario al lado de Asdrúbal, ella se negaba a dejar definitivamente este mundo sin él, ahora su misión, era no dejarlo en paz, siempre estaba acechándolo como una sombra, no podía partir al más allá, pensando que él comenzaría una nueva vida con otra.

Asdrúbal, cuando se casó con ella, nunca dejó el gusto por las mujeres, es más, él nunca estaba casado, la casada era ella, y siempre le tuvo que aguantar que fuera un sinvergüenza de siete suelas, esto a Sofía se le había convertido en un suplicio, pues para ella no era desconocido que solía ponerle cachos con cuanta se le atravesara en el camino, además, él, tampoco lo disimulaba, se daba ínfulas de mero macho y decía que los hombres eran acreedores de este derecho. Pero a ella esta situación no le importaba con tal de mantenerlo a su lado, no le hacía reclamos, sabía que era su esposo y saberlo suyo y tener la seguridad de que la amaba, para ella eso era más que suficiente.

Asdrúbal, Llegó a casa temprano y exhausto, se recostó en la cama, no quiso ni tomarse una copa de vino como siempre lo hacía, estaba tan cansado que solo buscaba donde reposar su cuerpo y sumergirse en un sueño profundo. Cerró los ojos, pero súbitamente los abrió de nuevo ¡estaba aterrado! sintió unos labios que de repente se posaron en los suyos y una voz que le decía:

––Aún no me ido, sigo aquí contigo, junto a ti, por y para siempre. Ni la muerte pudo separarnos.

Se sintió ahogado, se levantó de la cama, fue al baño y se lavó la cara con agua fría. Esa noche, apenas pudo conciliar el sueño, no se hallaba, despertó lleno de sudor y tembloroso, sentía pánico, quería salir corriendo a una clínica porque pensaba que se estaba volviendo loco. Estaba desesperado, se puso a caminar por toda la casa, se asomó al balcón, se sentó en su mecedora de donde veía titilar las luces de la ciudad a lo lejos, allí, permaneció hasta que comenzó a amanecer y las primeras luces del día se asomaron. Se bañó, se alistó, y decidió ir al médico antes de que de verdad tuviera que irse para un psiquiátrico.

––Doctor, no me siento bien, creo que estoy perdiendo el juicio. Siento que tengo a mi lado a alguien todo el tiempo que me vigila, en las noches, siento su respiración, el corazón se me pone a mil, ¡es un desaliento, que no puedo con la vida! ni siquiera logro coordinar lo que pienso, porque me llega una pesadez en todo el cuerpo que me aniquila. Podría casi asegurar que es Sofía, mi mujer, ella murió hace un poco más de 6 meses. ¡Necesito su ayuda!, mándeme algo que me quite este terror que estoy sintiendo.

-––No se preocupe hombre, eso suele suceder cuando un ser querido nos deja y no nos acostumbramos a su ausencia, ya verá que con estas pastas de Xanax 0.5 mg comenzará a conciliar el sueño y todo volverá a ser como antes. Tómese una, antes de acostarse y dormirá como un bebe, pronto desaparecerán esos pensamientos o esas sensaciones extrañas que tiene.

Pero nada volvió a ser normal, las cosas cada vez se complicaban más. La presencia de Sofía se hacía más fuerte, ya hasta hablaba con ella en voz alta intercambiaba diálogos, y ella le contestaba.

La debilidad de Asdrúbal siempre fueron las mujeres y el sexo, ahora, parecía un muerto viviente, poco a poco entraba en un mutismo que nadie entendía. Se mantenía pensativo, ya poco iba al trabajo, se quedaba en casa haciendo lo que nunca hizo cuando Sofía estaba viva. ¡Acompañándola!

Asdrúbal, viendo que cada vez, caía más en ese túnel sin salida, volvió donde su Psiquiatra

––Dr. ¿usted cree en fantasmas?

––Claro que no hombre, ¡no me digas que sigues con eso de sentir a tu mujer! Hay que tenerle miedo es a los vivos. Y se comenzó a reír a carcajadas.

–– Dr., ya no solamente la siento. ¡Yo veo a Sofía!, convivo todo el tiempo con ella. Hablo con ella, no la puedo tocar, pero creo que ahora nos entendemos más, que cuando estaba viva. No sé cómo pude vivir sin ella estos seis meses, no sé cómo no descubrí antes cuanto la amaba. ¿Cómo me he podido equivocar así mientras ella vivía? van a creer que estoy loco Dr. y no es así. Puede que usted tampoco lo entienda y ni logre creerme, de hecho, sé que no me va a creer, pero es así, ¡se lo juro!

Asdrúbal, hablaba agitado, se veía hiperventilado, quería convencer al Dr. que lo que le decía, era cierto.

––¿Cómo vivir sin ella? En este momento ya no sabría hacerlo. Yo me he tomado sus pastillas tal como me indicó, pero ante la realidad no hay pasta que sirva. Dr. es un hecho. Yo puedo ver a Sofía. ¡Entiéndame!

–– Asdrúbal, debemos hacer algo, yo creo que lo mejor, es que te vayas a un sitio donde puedas descansar y te traten un tiempo. Yo arreglaré todo no te preocupes. Vas a ver como en un mes o a lo sumo dos, esta experiencia pasará a la historia.

–– Dr. No quiero ir a ningún lado. Sofía no lo va a permitir. Ella me exige que este a su lado todo el tiempo, y es lo mínimo que puedo hacer por ella después de haberla dejado ir sola a ese lugar donde está.

––Espéreme unos minutos, ¡no se preocupe yo le creo!

El médico salió de su consultorio para que Asdrúbal no se diera cuenta de lo que se disponía a hacer. Llamó al hospital y se encargó de que fueran inmediatamente por él, era obvio que había perdido la cordura del todo y necesitaba ser internado de inmediato.

Tan pronto el Dr. salió, ingresó la enfermera.

––Sr Asdrúbal, le traigo agüita mientras viene el Dr. que está atendiendo una urgencia.

–– Gracias Milena, la verdad es que tengo un poco de sed.

A los pocos minutos llegaron del hospital, Asdrúbal ya había sido medicado, fue trasladado a Samein, una famosa casa de reposo.

Al otro día, el sol extendía sus rayos como nunca, Asdrúbal despertó en una habitación que él no reconocía, estaba a media luz, al fondo se veía una mesita con una jarra de agua, miró a su alrededor para saber dónde se encontraba, lo único que vio fue que una silla estaba Sofía mirándolo.

––¿Creías que te dejaría solo como tú me dejaste a mí?

––¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este?

–– En un sitio para Locos. Y tú no estás loco. Tal vez ahora, estás más cuerdo que nunca. Así, que no te preocupes, yo encontraré la forma de sacarte de aquí amor. Nunca más volveremos a estar separados ¡Te lo juro!

Para Sofía, en la vida y en la muerte solo existía Asdrúbal, era un amor enfermizo desde el mismo momento que lo conoció, por eso, le aceptó todas sus patanerías. Ahora, su alma en pena vagaba por el mundo, porque en la muerte como en la vida, necesitaba de Asdrúbal.

En ese momento, todo era mágico e inverosímil, Asdrúbal solo la miraba fijamente sin poder creer lo que oía y veía, pero nadie le creía.

Ahora Sofía, por fin se manifestaba en un halo de luz, siempre percibía su aroma y la había escuchado, inclusive hablaba con ella de temas que a ambos interesaban, ahora la veía, aunque su imagen era poco definida, podía ver su rostro perfectamente. Esta vez, no sintió miedo, ni tensión, sino, una paz infinita, solo fijaba su mirada en el horizonte; en esa bella mujer que parecía un astro luminoso, y que le extendía sus manos para recibirlo. Sofía había logrado su propósito, su cuerpo descansaba en paz, a partir de ese momento su misión era otra, su alma ya no se agobiaba.

 

 

 

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