Un día en las tardes Decembrinas,
cuando en la costa del Atlántico me encontraba,
estaba un hombre que en el bar bebía, de Estela Maris, una Casa Marina.
Una mirada fija concentraba que penetraba en el interior de mi alma niña,
al acercarse mi ser presentía que en ese momento mi vida cambiaría.
Desde ese entonces amor nos juramos,
pero yo me iría y el continuaría su vida que era el mar
y a navegar se iría por la inmensidad de un amor que quedaría.
El tiempo pasaba pero el amor continuaba, ahora yo sola en mi interior espero
y el allá unido a su velero espera el día para anclar su vida.
Es una historia de un hombre marino, para quien el mundo enamoran y se van,
más yo confío que su amor es sincero y el también sabe que es el momento de anclar.
Desde entonces mi alma es marina y como el mar a veces en calma está,
más cuando hay tempestad que clama, voy penetrando en mi inmensidad.
En el profundo interior de mi vida donde siento que el pecho se me oprime
espero, espero, por que sé que lejos esta el marino que ha de ser mi dueño.